Lavín (Torina), rodeado de rivales.
Nadie puede poner en duda que esto del fútbol no entiende de justicia ni de merecimientos y que todo se remite, al final, a una pura contabilidad. Tantos goles metes, tantos encajas y ... a hacer restas. Ganas, pierdes o empatas. No hay más, o no mucho más. Porque si el fútbol pudiera medir otros parámetros (disposición en el campo, intensidad, entrega, tener una idea clara de a qué hay que jugar y llevarla a la práctica, ... este domingo pasado en El Malecón el resultado debiera haber sido otro, porque, de los 90", al menos en 60 de ellos el Torina fue mejor, si por eso se entiende lo que se enumeraba en el paréntesis anterior. La entrada en el partido, apenas el primer cuarto de hora, fue mejor de la Gimnástica, reforzada por su buen papel en la Copa entre semana que logró trenzar un par de jugadas por bandas, con unos inicialmente activos Gallo y Borty para crear dudas en la defensa de los de Bárcena que no se descompusieron y apenas tuvieron sustos, más allá del mano a mano de Borty, algo escorado, que resolvió con solvencia Varo (ex-gimnástico, por cierto) como punto de partida de una más que meritoria actuación. Pero poco a poco algo iba empezando a cambiar, al principio de forma imperceptible, pero cada vez de manera más evidente. Los de Hilario dieron un paso adelante, empezaron a pisar terreno gimnástico e incluso se atrevieron a probar el estado del césped en el área de Rumenov. Fruto de ello llegaron las dos ocasiones más claras del primer tiempo que merecieron (¿no dijimos que en el fútbol no se puede apelar a los méritos?) significar la ventaja visitante al descanso. Primero Mini en el 20", enganchando una volea en el borde del área que Rumenov desvió apuradamente a córner en una gran intervención y, apenas 10" después David, ejecutando de forma sobresaliente una falta que iba a la escuadra y que, otra vez, el cancerbero local, convertido ya a esas alturas en el salvador de su equipo, sacó a mano cambiada por encima del larguero. Para entonces la Gimnástica ya no era la del miércoles de Copa del Rey frente al Zaragoza sino un cuadro bastante más vulgar, que había perdido el manejo del encuentro a pesar de tener más la posesión del balón y que ansiaba el pitido del árbitro para irse al descanso y recomponer un planteamiento seguro que muy distinto del que imaginó Mateo antes de iniciarse el choque. Tras el descanso, los blanquiazules salieron con la clara intención de recuperar el mando perdido y someter a un rival que le había salido respondón y que estaba empezando a generar en la grada ese sonido de viento que tan nerviosos pone a entrenadores y jugadores locales, con algún improperio hacia la directiva, aislado pero perfectamente audible en todo el campo. Al contrario de lo esperado, lo que no pasó en la primera parte sucedió en la segunda. Corría el minuto 58 y una pérdida de Basurto en medio campo permitió la recuperación del Torina y la llegada en velocidad por banda de Jorge que colocó un centro medido, un auténtico caramelo, que David, en ese sitio en el que viven los delanteros centros, no desaprovechó en un perfecto remate de cabeza a gol, aunque Rumenov estuvo a punto de hacer otro milagro. 1 hora de juego y la sensación general en la grada, de gimnásticos y blanquirrojos, de que el resultado era totalmente justo a tenor de lo visto en lo que se llevaba de partido. Y pudo ser peor, porque en el siguiente cuarto de hora los de Mateo parecieron noqueados y, otra vez Jorge en posición acrobática y Manu en un durísimo disparo desde la frontal, estuvieron a punto de mandar definitivamente a la lona a los del Besaya. Pero la Gimnástica dispone hoy en día de algo de lo que carece el Torina, algo por otra parte absolutamente lógico. Una plantilla amplia, experta y curtida en mil batallas, en la que hay muchos jugadores que ya han vivido este tipo de partidos, incluso en categorías superiores. Y, ahí, aunque le pueda doler a algún sector de la afición local, el entrenador tuvo su parte de mérito, porque en el margen de 10" revolucionó el equipo introduciendo cinco cambios (el 50 % del equipo) para revitalizar a los suyos, empatar primero y anotarse la victoria después. Si dos de los cambios que metes son los que anotan los goles de la remontada (Palazuelos e Iván Cabellud) y un tercero (Vitienes) es el que da las asistencias, es que has acertado. No hay más preguntas, señoría. Si, al contrario, tu rival no tiene ese arsenal en el banquillo (gente del peso de Víctor y Cabrero no estaban en la convocatoria por lesión) y sólo dispone de gente joven a la que le quedan unas cuantas horas de vuelo en esta categoría, esa ventaja se acrecienta. Echó en falta Hilario un par de cambios que le pudieran aportar algo de frescura en el centro del campo y el ataque, y cuando quiso hacerlos, la Gimnástica ya había olido sangre e iba a por todo a por la victoria y la entereza que había mostrado su escuadra durante más de una hora empezó a diluirse. Primero el incombustible Palazuelos (por cierto, desaforada celebración de su gol, con dedicatoria a alguien situado en las cercanías de la tribuna o del banquillo ... creo que se puede adivinar a quién) con un remate de cabeza en el 83" y, tres minutos después, Iván Cabellud en una finalización muy similar, fueron los encargados de darle la vuelta al marcador de un partido que se les había complicado mucho. Como resumen, un muy buen Torina, al que si sigue en esta línea, sólo le falta que más jugadores aporten cosas para redondear una plantilla muy maja y poder completar una buena temporada. Por su parte, la Gimnástica tiene que mejorar aún bastante porque sufre ante equipos que le presentan estructuras defensivas sólidas y bien armadas (que no cerrojazos, lo del Torina no lo fue). Y no debe tardar en hacerlo, porque corre el riesgo que se le escape el ascenso (el Cayón, del grupo B, le aventaja en 11 puntos; el Rayo Cantabria en cuatro; el Tropezón en dos con un partido menos, ...) y no conseguir esta temporada el cambio de categoría sí que sería un drama para los de la capital del Besaya.
|